La familia real británica “no es racista”, defendió el príncipe Guillermo este jueves 11 de marzo en respuesta a su hermano Enrique y Meghan Markle, quienes denunciaron ese tipo de actos en la Casa Real en una explosiva entrevista televisiva vista por 50 millones de personas en todo el mundo.
Los duques de Sussex afirmaron que algún miembro de la familia —que no fueron ni la reina Isabel II ni su esposo Felipe— había mostrado “preocupación” por el color de piel que tendrían sus hijos, ya que la madre de Meghan es afrodescendiente.
La acusación provocó una grave crisis en la monarquía de un país donde la fuerza del movimiento Black Lives Matter llevó recientemente a revisar la historia colonial y su relación con la trata de esclavos.
Ahora el tema está bajo la mirada de todo el planeta, en especial en Estados Unidos donde la pareja vive desde su estrepitosa salida de la monarquía hace un año, y en la Commonwealth, un conjunto multirracial de más de 50 países en los cinco continentes unidos por sus lazos históricos con la corona británica.
En este contexto, la realeza lanzó una respuesta que, pese a su tono conciliador, dejó claro que estas acusaciones no serían aceptadas sin discusión.
Si su padre y heredero al trono, el príncipe Carlos, de 72 años, había respondido únicamente con una risa nerviosa el martes cuando le preguntaron al respecto durante una visita a una iglesia africana de Londres convertida en centro de vacunación contra el coronavirus, Guillermo fue más locuaz.
“No somos una familia racista en absoluto”, aseveró el segundo en la línea sucesoria al trono británico, de 38 años, mientras recorría una escuela de un barrio multirracial del este de la capital junto a su esposa Catalina.
También precisó no haber hablado con Enrique desde la difusión de la entrevista el domingo, pero sí tener la intención de hacerlo, lo que algunos interpretaron como la confirmación del alejamiento entre los dos hermanos.
Enrique, de 36 años, y Meghan, de 39, explicaron su salida de la monarquía y su exilio a California por la falta de apoyo de la corona ante la insostenible presión y el racismo de la prensa sensacionalista.
Esto provocó una airada reacción del director de la Sociedad de Editores, Ian Murray, quien sostuvo que la prensa británica no es sectaria ni racista. Más de 250 periodistas respondieron, sin embargo, calificando de “ridícula” esta “negación” y Murray acabó dimitiendo el miércoles.
Pero sobre todo, lo que dejó a la entrevistadora estrella de la televisión estadounidense Oprah Winfrey sin palabras fue cuando la pareja aludió a estos comentarios racistas en el seno familiar.
Isabel II, de 94 años, aseguró tomarse “muy en serio” las acusaciones de racismo y se comprometió a que sean tratadas “por la familia en privado”, pero dejó claro que “los recuerdos pueden variar” en función de las personas.
Esta cuidadosa elección de las palabras “sugiere que la familia no está de acuerdo con todo lo que han dicho los duques de Sussex”, subrayaba el periódico conservador The Daily Telegraph, mientras otros interpretaban que ya se había identificado a quién hizo el comentario sobre el color de piel y que el concernido rebatía la acusación.
La emisión de Oprah Winfrey, que recordó a una chocante entrevista concedida en 1995 a la BBC por la madre de Enrique y Guillermo, la princesa Diana, en que reveló desde su bulimia hasta las infidelidades en su matrimonio, provocó un escándalo de iguales o mayores proporciones.
En opinión del experto constitucional Robert Hazell, de University College London, esto “solo se convertiría en una crisis para la institución si los sondeos empezaran a mostrar que ha caído significativamente el apoyo a la monarquía” en el Reino Unido.
Pero de momento en Australia, país miembro de la Commonwealth, el ex primer ministro Malcolm Turnbull ya afirmó que estas acusaciones deberían allanar el camino para celebrar otro referéndum sobre el fin de la monarquía en ese país, donde Isabel II es aún jefa de Estado.