La escena de las cĆ”maras de seguridad estremece.Ā Samanta Koening, de solo 18 aƱos, se dispone a cerrar el kiosco en el que trabaja en Anchorage, Alaska.
EstƔ tranquila y se prepara un cafƩ cuando siente que la puerta del local se abre.
Un hombre entra y va directo hacia ella.Ā La apunta con un arma.Ā La joven levanta las manos, cree que es un asalto, y sale de detrĆ”s del mostrador.Ā Fue la Ćŗltima vez que la vieron con vida.
Esas imĆ”genes grabadas se transforman en la Ćŗnica pistas, pero no llevan a nada.
Caso Samanta Koening
Mientras toda la policĆa de la ciudad la busca, el secuestrador la lleva a una casa abandonada. En ese cobertizoĀ la viola con brutalidad, la mata y la descuartiza.Ā
Para deshacerse del cuerpo arroja los restos en en el solitario lago Matanuska, amparado por la distancia entre Alaska y las grandes ciudades del vasto territorio norteamericano.Ā
El hombre siente placer: es un asesinato mƔs en su largo raid de sangre y muerte, detalla Infobae.
Nunca imaginĆ³ que un descuido iba a terminar con susĀ aƱos de impunidad.Ā
Se habĆa cuidado mucho: era un meticuloso asesino serial que no dejaba nada librado al azar. Pero el asesinato de Samantha se convirtiĆ³ en su ineludible ratonera.
Algo pasĆ³ en 2012 cuando Israel Keyes entrĆ³ a ese kiosco y se llevĆ³ a Samantha. QuizĆ”s ya estaba muy confiado.
QuizĆ”s creyĆ³ que nunca iban a atraparlo porque su plan era perfecto. Pero por primera vez no se cuidĆ³ frente a las cĆ”maras de seguridad.
AdemĆ”s, matĆ³ cerca del lugar donde vivĆa y, lo que finalmente lo hizo caer, cometiĆ³ un error imposible:Ā sacĆ³ dinero con la tarjeta de crĆ©dito de su vĆctima.
Dos meses despuĆ©s cayĆ³ en una playa de estacionamiento de Lufkin, Texas,Ā por usar esa tarjetaĀ que la policĆa rastreaba desde Nuevo MĆ©xico y Arizona.
Detenido como sospechoso de asesinato,Ā acabĆ³ por confesar que matĆ³ a cuatro personas en Washington y a una en Nueva York.
AhĆ tenĆa diez hectĆ”reas y una cabaƱa, posiblemente el cuartel general de sus minuciosos preparativos para matar.
Uno de los psicĆ³logos forenses que trabajĆ³ en el caso, describiĆ³ al criminal como āuna especie deĀ adicto al asesinatoā.
Era alguien que cazaba sus vĆctimas en lugares remotos: senderos, campamentos, pequeƱas ciudades, parques.
Su Ćŗltima jugada fue confesar el crimen del matrimonio Currier a cambio de achicar su brutal retahĆla de sangre, pero no funcionĆ³.
Mientras en el tribunal se lo juzgaba por el asesinato de Sanamtha Koenig, Israel KeyesĀ se cortĆ³ las venas y se ahorcĆ³ en su celda el 2 de diciembre de 2012.
Lo Ćŗnico que quedĆ³ en la cĆ”rcel, entre la sangre de sus venas, fue un extraƱo y burdo poema:Ā Oda al Asesinato.Ā Que jamĆ”s figurarĆa en la historia de la literatura.
Con informaciĆ³n de Infobae.