En Georgia, Estados Unidos a un hombre lo planeado no le salió de la mejor manera.
El hombre ingresó a un salón de belleza, ordenó que todos fueran al suelo, pero nadie le hizo caso.
El delincuente tenía su mano cubierta por un abrigo, aunque el poco miedo que infringió hizo que los presentes omitieran sus órdenes.
Se fue humillado, consiguiendo únicamente el temor de una persona.