Más de 100.000 rescatistas, efectivos de las fuerzas armadas, mineros y voluntarios trabajan sobre las ruinas de los edificios tratando de alcanzar a quienes han quedado atrapados por el terremoto que ha devastado una extensa zona de Turquía y Siria.
Pero los equipos de rescate han tardado varios días en llegar a algunas de las zonas más afectadas, lo que ha generado fuertes críticas. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reconoció las dificultades a la hora de hacer llegar la ayuda y pidió paciencia a la población.
El mandatario islamista también ha tachado estas críticas de provocación, y de hecho, varios usuarios de las redes sociales han sido llamados a declarar por sus críticas. Además, se ha restringido el acceso a Twitter, que servía de método de comunicación e información para muchos damnificados. Este jueves el servicio volvió a la normalidad.
Quedan apenas tres meses para unas elecciones cruciales para el futuro de Turquía y del propio presidente, así que Erdogan ha exigido unidad y solidaridad a la oposición, pero el principal partido opositor, el socialdemócrata CHP, lo ha acusado de tener responsabilidad en el desastre por no haber preparado el país para un terremoto durante los últimos 20 años.