Los romanos ni siquiera le habían puesto nombre. Para ellos, el año empezaba con las cosechas, el 1 de marzo por “martius”, en honor al dios de la guerra, Marte, y terminaba en diciembre. En el denominado “calendario Romulus” no contabilizaban casi 60 días, ya que era un período en que el campo estaba parado.
El rey Numa Pompilio añadió los 2 meses restantes al calendario en el año 732 a.C. para adaptarlos a los ciclos lunares, como ya hacían los egipcios. Se incorporaba al año enero (o “Ianuro” en honor al dios Iano, protector de las puertas) y febrero (o “Februo”, como se le conocía a Plutón).
Julio César lo pegó un pequeño reajuste y se instauró el denominado “calendario juliano”. Cada cuatro años, había que sumar un día extra, lo que conocemos como bisiesto, del latín “bis sextus ante calendas martii”, o “repetido al sexto día antes del primer día del mes de marzo”. No olvidemos que antiguamente para los romanos ese era el día más importante de todo el año. Pero los romanos eran muy supersticiosos y preferían que los días fueran impares y, para que les cuadrasen los 355 días que entonces duraba el año, dejaron a febrero con tan solo 28 días.
Julio César añadía días a su mes preferido “julio” y luego llegaba Augusto y decidía que “agosto” debía ser más largo. También usaban el día bisiesto a su antojo. De hecho, eran los pontífices los que fijaban cuál mes sería más largo para así acabar antes con la administración de algún gobernante enemigo, consigna El Confidencial.
El calendario gregoriano, en honor al papa Gregorio XIII, puso un poco de orden en 1582: el año tendría 12 meses, con 365 días y un día extra cada cuatro años que caería siempre en febrero. Así, el segundo mes del año tendría siempre cuatro semanas de siete días.
Es un mes tan corto que se pueden dar circunstancias especiales. Por ejemplo, puede ser un febrero sin luna llena, lo que se denomina la “luna negra”, según explica Tiempo.com. Si esto ocurre, en enero y en marzo habrá dos veces este fenómeno, que se conoce como “luna azul”. Si tenemos la suerte de tener un febrero con luna, esta se denomina “luna de nieve”.
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