Redacción
repretel.com
“Déjame cortarte el pelo, monada”, dice con cariño Zhi Xiang a un perro callejero de pelaje largo y enmarañado por la lluvia que acaba de recoger en la perrera de Shanghái, en China.
Zhi Xiang (se pronuncia Djeu Siang) es un amante de los animales que ha puesto el budismo al servicio del mejor amigo del hombre.
Dos veces por semana acude a la perrera, donde la policía amontona a los perros callejeros. El monje se los lleva a todos, o sea un centenar de supervivientes más de cada vez.
Cuida a casi 8.000 perros en su templo y en un refugio de los suburbios de la ciudad más grande de China, donde el cambio del estilo de vida trae aparejado el abandono de animales. Sin la intervención del bonzo, los animales de la perrera serían sacrificados.
“Tengo que rescatarlos porque, si no lo hago, seguro que morirán”, explica el monje de 51 años. El budismo obliga a los fieles a ayudar a las criaturas que lo necesiten.
Obedeciendo la regla, Zhi Xiang recoge animales de la calle desde 1994. En aquel entonces cuidaba sobre todo de gatos atropellados. Pero en los últimos años el abandono de animales ha aumentado.
“No es culpa de la gente a la que no le gustan los perros ni del Estado: se debe a los llamados amigos de los animales que no saben ocuparse de ellos”, lamenta el monje, que no duda en cambiar su túnica ocre por ropa de faena.