Todo parecía indicar que la caza de delfines de este domingo en Islas Feroe transcurriría como siempre.
El “grindadráp” (un término en feroés que hace referencia a la caza de mamíferos marinos, principalmente ballenas) es una tradición que se ha practicado durante cientos de años y que hoy en día es legal en este remoto territorio autónomo de Dinamarca.
“Cuando se encontró la manada, estimaron que solo había 200 delfines”, contó Olavur Sjurdarberg, presidente de la Asociación de Balleneros de las Islas Feroe, a la BBC.
Los barcos de los locales condujeron a los llamados delfines de flancos blancos a la playa de Skalabotnur en Eysturoy. Allí fueron asesinados con cuchillos.
Solo cuando la matanza comenzó fue que descubrieron el tamaño real de la manada: eran más de 1.400 delfines. Todos murieron.
“Fue un gran error”, dijo Sjurdarberg, que no participó en la cacería y reconoció que fue una matanza excesiva.
“Alguien tendría que haberse dado cuenta”, afirmó. “La mayoría de la gente está en shock por lo que pasó”.
El gobierno de las Islas Feroe dice que cada año se capturan en promedio unas 600 ballenas piloto, unos cetáceos que pueden llegar a pesar más de 3000 kilos.
Los delfines de flancos blancos, en cambio, se capturan en cantidades más bajas: fueron 35 en 2020 y 10 en 2019.
Los partidarios de la caza de ballenas y delfines aseguran que es una forma sostenible de recolectar alimentos de la naturaleza, además de un componente importante de su identidad cultural.
No obstante, los activistas por los derechos de los animales están en desacuerdo y consideran que estas matanzas son crueles e innecesarias.