Todas sabemos que algún día deberemos decir adiós a nuestros padres, pero el que conozcamos este hecho y el vivir esa realidad son dos cosas diferentes. Cuando un padre muere, parece como que todos los lazos que mantenías con tu infancia se han roto. Aún cuando ya eres adulto, perder a uno de tus padres puede destruir tu sensación de seguridad y confianza. Es, quizás, cuando por primera vez te das cuenta de lo importante que es valorar y vivir a las personas sin dar por hecho que estarán ahí por siempre.
La persona que estuvo a tu lado todos tus años o que se suponía que debía estar para protegerte, se ha ido y tu realidad ha cambiado instantáneamente. Te has convertido en la protectora y defensora de tu propia vida. Literalmente te has vuelto un adulto y experimentas no solo la muerte sino también el miedo a perder a la niña que hay en ti.
El concepto de familia y los roles que tus padres ocupaban ahora deben ser llenados por alguien más ¿Quién se convertirá ahora en el estabilizador de la familia? ¿Quién será la persona que socialmente reconstruirá tu mundo y qué sucederá si te das cuenta de que ahora estás totalmente sola?
Afortunadamente esto no es algo que me esté pasando a mi, pero sí a una persona muy cercana. Todo esto me hizo pensar en lo importante que es decirle todos los días a las personas lo mucho que las quieres. Nunca sabes cuándo será la última vez que las veas porque ninguna de nosotras tiene la vida asegurada.
Aprende a valorar a tu familia y hacérselos sentir, no esperes a perderlos porque el mundo no debe ser igual después de esa noticia. No importa la edad que tengas: nunca estarás preparado para la muerte de uno de tus padres.