Aquí la muerte es omnipresente. Al pie de un edificio derrumbado, hombres y mujeres lloran.
Delante de ellos, cuatro bolsas negras están tiradas en el suelo.
Son cuatro cuerpos sin vida que los equipos de rescate acaban de sacar de los escombros. Rápidamente, las bolsas se cargan en una furgoneta.
En el cementerio principal de Kahramanmaras, las llegadas se suceden a un ritmo frenético y cada vehículo contiene varios cadáveres.
“Es un sufrimiento enorme. No sé qué decir. Es indescriptible. Nunca he visto nada igual. Puedes ver el dolor y el miedo en los ojos de la gente”, cuenta a RFI Edger Bahçage, que vino a enterrar a su tío.
Bajo tiendas de campaña, los trabajadores limpian los restos mortales, los envuelven en un sudario blanco y los devuelven a las familias.
Las ceremonias fúnebres son colectivas