Redacción
repretel.com
Una historia de superación en Estados Unidos ha dado la vuelta al mundo. Freddie Figgers fue abandonado en 1989 por su madre biológica en un contenedor de basura cuando era un bebé. El llanto desconsolado de aquel recién nacido fue escuchado por un anciano, quien no dudó en adoptarlo para darle una mejor vida.
Más de 30 años después, ese pequeño que lloraba entre las bolsas de desechos es ahora un exitoso empresario con millones en su cuenta, que se pasea por la televisión mostrando sus exclusivas piezas de tecnología con las que su empresa se transformó en una de las más crecientes marcas del rubro. Aunque para llegar hasta allí tuvo que sobreponerse en más de una oportunidad.
En una entrevista con el programa de la BBC Outlook, Figgers contó: “Los niños solían burlarse de mí, me llamaban ‘bebé basura’, me decían ‘nadie te quiere, eres sucio’. Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del bus escolar y otros niños me agarraban y me tiraban en tachos de basura y se reían de mí”.
Residía en una zona rural de la península de Florida, donde todos conocían su historia. Nathan y Betty, sus padres adoptivos, tenían 74 y 66 años respectivamente cuando lo agregaron a su familia y eso también fue usado como burla para el niño, que sufrió acoso por parte de sus compañeros.
“Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada del micro y me acompañaba a casa. Y los niños me acosaban aún más, burlándose de él: ‘Miren a ese anciano con bastón’”. Sin embargo, toda aquella bronca, ese odio que recibía todos los días lo supo transformar en creatividad.
Cuando tenía 9 años, mientras caminaba junto a su padre se toparon con algo que marcaría el destino de ese niño. “Los fines de semana iba con mi padre a hacer lo que llamábamos ‘buceo de basura’, paseándonos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado, como dice el dicho: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro”, recordó.
Precisamente fue eso lo que encontraron cuando entraron a una tienda de segunda mano. “A mí siempre me habían fascinado las computadoras. Soñaba con una computadora Gateway, pero no podíamos comprarla”, narró Freddie al rememorar el día en que su padre le compró una Macintosh que estaba deteriorada y su propietario iba a tirar.
Nathan pagó 24 dólares y el pequeño volvió a casa feliz, sabiendo que iba a encontrar la forma de hacerla funcionar nuevamente. “Como no prendía, la desarmé y me di cuenta de que un componente estaba roto y todo fluyó naturalmente. Mi padre trabajaba en mantenimiento en la Universidad Estatal de Florida, por lo que tenía a disposición muchas cosas, como pistolas para soldar, radios, relojes”, explicó.
“Tome partes de un radio despertador y las soldé y tras unos 50 intentos finalmente logré que la computadora funcionara. Fue entonces que supe que eso era lo que quería hacer en mi vida”, añadió.
Su papá era prácticamente un abuelo, así que no podía acompañarlo al parque a jugar al fútbol ni realizar grandes desgastes físicos. Fue con ese aparato que consiguió compartir tiempo con su hijo y darle una vía de escape contra el bullying. “Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería volver a casa a jugar con mi computadora”, expresó.
“Es lo que despertó mi interés en la tecnología”, afirmó Freddie al periódico Washington Post. Poco tiempo después dominaba la técnica a la perfección y sabía codificar y escribir programas básicos, algo que en solo un año pudo generar ingresos.
Con apenas 13 años, la ciudad de Quincy lo contrató para que arreglara las máquinas. “No había un técnico de computadoras, así que cuando una máquina dejaba de funcionar, la desconectaban y la apilaban con las demás averiadas. Yo las cogía y reemplazaba las partes dañadas de unas con las buenas de otras”, detalló.
Cuando llegó a los 15 años, fundó su primera empresa, Figgers Computers, en la que se dedicaba a arreglar computadoras. Lo hacía en la vivienda de sus padres y desde allí también ayudaba a los clientes a almacenar sus datos en los servidores que él inventaba.
Montó su propia base de datos en la nube y siendo apenas un adolescente decidió que no requería ir a la universidad para que le enseñaran a hacer algo que él ya sabía. “No recomendaría mi camino a todo el mundo”, manifestó Figgers. “Pero funcionó para mí. Cuando tenía 17 años, tenía 150 clientes que necesitaban sitios web y almacenamiento para sus archivos. Seguí construyendo desde allí“.
Seis años más tarde, los millones de dólares se hicieron presente en su cuenta bancaria por primera vez. En el 2012, con 23 años, vendió un programa de rastreo GPS a una compañía en Kansas por 2,2 millones de dólares.