Maritza Barahona viaja todas las mañanas en bicicleta desde el barrio La Puebla hasta el Cementerio de Dulce Nombre de Cartago, donde se dedica a embellecer las tumbas con amor y dedicación.
Aunque inicialmente solo cuidaba las tumbas de sus seres queridos, tras la muerte de su madre decidió extender esta labor a otras fosas del cementerio, pues considera que todas merecen cuidados.
Los vecinos reconocen la ardua labor de Maritza, una mujer trabajadora y empeñosa, por mejorar y mantener el campo santo en excelente estado.