Al terminar la misa en el estadio José María Morelos y Pavón, el Papa Francisco fue jalado y casi derribado por jóvenes que de manera efusiva lo intentaron acercar hacia ellos.
El papa respondió evidentemente molesto ante los arranques y gritó a los muchachos:“¡no sean egoístas!”, mientras su equipo de seguridad lo intentaba proteger.
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