Hay dos tipos de personas en el mundo: aquellas que viven en el día a día y las que están obsesionadas con una meta u objetivo difícil de cumplir. Evidentemente, la existencia de las primeras será más sencilla y concreta, sin grandes aspavientos, mientras que la de la segunda puede suponer una lucha diaria contra la frustración de no poder cumplir ese sueño inalcanzable.
Si apuestas por una vida con metas a muy largo plazo vas a tener que realizar un gran ejercicio mental de concentración y conocimiento sobre los pasos que debes dar en esa dirección. Seguro que por el camino te invadirá el estrés, la ansiedad o la sensación de que estás perdiendo el tiempo sin remedio, pero deberás sobreponerte a ambas, pues si no costara esfuerzo ni sacrificio, el viaje no valdría la pena.
Las grandes metas de nuestra vida no son solo psicológicamente agotadoras, sino que también dan mucho miedo. No sabemos cómo empezar o si es el momento adecuado, así como también sentimos temor a fracasar a la primera de cambio. Y no en menor cantidad, tenemos miedo al éxito: por paradójico que suene, alcanzar nuestras metas a largo plazo puede ser tan aterrador como fracasar, según reconoce Jory Mackay, periodista de Fast & Company, quien publicó un interesante artículo sobre el tema.
Conoce tus valores
Es el primer paso, fundamental en toda buena toma de decisiones. Debes plantearte un objetivo en el que realmente creas y no desperdiciar el tiempo con ilusiones vanas en las que ni siquiera te sientes motivado. Esto evitará que a mitad del camino te rindas o peor aún, no disfrutes trabajando y entrenando duro para conseguirla. El establecimiento de metas requiere un compromiso con el proceso, no solo con la meta final, y para eso hace falta disponer de valores férreos, ya que en muchas ocasiones las cosas no serán como te las imaginabas y podrías acabar decepcionándote. Mackay menciona algunos como la audacia, la compasión, el amor por el conocimiento, la creatividad o la estabilidad.
La estrategia “Woop”
Gabrielle Oettigen, profesora de psicología de la Universidad de Nueva York, tiene una teoría por la cual generamos una especie de fantasía en torno a esa meta u objetivo a largo plazo. De alguna manera, idealizamos demasiado ese hipotético futuro, desdeñando los obstáculos reales que nos separan de él. Para luchar contra este efecto, Oettigen ha desarrollado lo que ella llama la “estrategia Woop”, basada en tres puntos, el deseo (que alude a lo que verdaderamente quieres), el resultado (definir bien el resultado de haber cumplido ese deseo), los obstáculos (aquello que se interpondrá en tu camino para lograrlo) y el plan (cómo superarás esos mismos impedimentos). Si defines bien estos tres puntos, habrás conseguido ser más consecuente, tanto con lo que deseas como con tus actos para traerlo de tu lado.
Convierte el largo plazo en corto plazo
Debes dividir el proyecto en tareas muy específicas y en partes pequeñas y manejables. Esto le dará al objetivo el realismo necesario para cumplirse. También te brinda un plan de acción claro para evitar sentirte abrumado por la dimensión de tu meta. “Planificar meticulosamente los pasos que debes seguir para alcanzar tus objetivos te permitirá también medir tu progreso a lo largo del camino”, asegura Mackay. “En lugar de mirar hacia el futuro lejano, empiezas a pensar en el mañana y en el día siguiente, y así de manera sucesiva”.
Programa bien tus objetivos
Una vez que has abordado el plan y lo has desmenuzado en pequeños pasos, debes ponerte fechas. Es como cuando en el colegio te obligaban a entregar los trabajos en una fecha determinada. Si te presionas a ti mismo a llegar a alguna parte en un determinado momento, es más probable que no caigas en la procrastinación.
Piensa desde el final y no desde el principio
A medida que vamos cumpliendo con los pasos y los plazos que nos hemos dado, es frecuente detenerse a pensar si lo estamos haciendo bien o todo está siendo en vano. “Un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Corea y de la Universidad de Iowa reveló que aquellas personas que definen su camino desde el final hacia atrás y no hacia delante tienen más probabilidades de conseguir éxito y a su vez poseen más confianza en sus decisiones”, explica Mackay. “En lugar de sentirnos abrumado por los cambios inciertos, deberíamos comenzar por el final para acorralar todas las infinitas posibilidades y mantenernos enfocados en el objetivo”.
No creas en la perfección
Presionarnos demasiado o estar obsesionados con que no lo estamos haciendo del todo bien puede llevarnos a un fracaso anticipado. Al comienzo no será fácil, pero a medida que vayas ganando en experiencia, sobre todo al equivocarte, podrás sobreponerte a las dificultades posteriores con más energía y soltura. Nadie es perfecto, así que no te rompas la cabeza pensando que no lo estás haciendo bien; de hecho, si fueras perfecto no costaría esfuerzo y por tanto el objetivo no valdría la pena, no sería un sueño.
Foto: Shutterstock.