Como a millones de personas en todo el mundo, a la italiana Valentina Miozzo la pandemia le cambió la vida. Es guía de turismo de naturaleza y suele viajar al extranjero con clientes de su país que quieren ver mundo. Reconoce que pasaba más de seis meses al año viajando, pero el Covid-19 la dejó enclaustrada en su casa de la región de Emilia Romagna, en el norte de Italia.
Su vida se detuvo de repente, pero ella no paró. Siguió escribiendo en su blog Viaggiare Libera y, cuando llegó el verano, volvió poco a poco a trabajar, aunque a menor ritmo. Todo cambió el pasado mes de septiembre, cuando Valentina recibió una oferta de trabajo poco habitual: cuidar de una casa rural en el Círculo Polar Ártico.
No lo pensó dos veces y reconoce a CNN que no estaba asustada: “Lo vi como una hermosa oportunidad para visitar lugares que quizás nunca hubiera elegido por mi cuenta. Como ya no podía hacer mi trabajo viajando, esta era una forma de viajar y vivir otra realidad, de una manera más estática, por supuesto, pero en una parte del mundo que no conocía y que me fascinaba”.
Apenas un mes más tarde, Valentina estaba en Kongsfjord, un pequeño pueblo de pescadores de solo 28 habitantes en el norte de Noruega y que estaba a casi 4.000 kilómetros de su casa. Un cambio radical en todo: “El supermercado más cercano está a 40 kilómetros; el hospital más cercano, a más de 300; el aeropuerto, obviamente, es pequeño y local, está a 60 km. En invierno hay vientos de 120 km/hora y hielo por todas partes, por lo que es difícil moverse”.
Si todo esto no fuera suficiente diferencia con su Módena natal, aún le esperaba algo peor: “Sabía que me dirigía a un lugar muy, muy aislado, me habían advertido. Sabía que era extremo y que estaba en la tundra ártica, pero nunca había estado en Noruega. Poco después de mi llegada, llegaron las noches polares. Fue una experiencia increíble, vivir dos meses completamente en la oscuridad. No fue perturbador, de hecho, es más difícil vivir con la luz”.
Como Valentina explica, ahí vive una mezcla de noruegos, alemanes, italianos e, incluso, tailandeses que le han recibido con los brazos abiertos. Ha hecho una gran relación con ellos y, ahora que se plantea cómo será el resto de su vida, no renuncia a nada, tampoco a trasladarse a esta remota zona de Noruega.
Valentina terminó ya su periodo de trabajo y ahora, junto a una de las habitantes de Kongsfjord, se ha comprado un automóvil para recorrer otras zonas remotas de Escandinavia. Cree que, si la pandemia lo permite, volverá a Italia para volver a trabajar como guía, viajando por todo el mundo. Pero el Círculo Polar Ártico le ha cambiado la vida y no sería nada extraño que vuelva a este lugar en un futuro muy cercano.
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