Oliver Chadwick, de 18 años, vive en Reino Unido y no sabe leer ni escribir, es profundamente disléxico, pero, pese a todos los comentarios negativos y poco alentadores, ingresó a la Universidad de Bristol a estudiar Ingeniería Matemática, con las mejores calificaciones.
“Mi dislexia me afecta bastante, pero también sorprendentemente poco si lo piensas”, cuenta el joven, que tuvo un arduo trabajo de determinación e ingenio para superar las complicaciones que le ocasiona este trastorno.
“Cuando la gente escucha que no puedes leer ni escribir, piensan que no puedes hacer nada, pero realmente solo me afecta en el día a día cuando no puedo leer cosas como letreros”, cuenta Chadwick.
“La persona con mayor dislexia que habían conocido”
El joven de 18 años es de la ciudad de Bath, y sus padres pronto notaron la afección que sufría: “Cuando comenzó la escuela, era una broma corriente en la mesa todas las noches que le preguntáramos a Oliver qué había almorzado ese día porque siempre decía ‘papas y frijoles’. Pensamos que era solo porque realmente le gustaba, pero en realidad era porque no podía leer el menú y eso era algo que sabía que tenían todos los días”, cuenta Sophie, su madre de 54 años.
“Incluso ahora no puede leer los menús, pero se ha vuelto mucho mejor para adivinar de qué se tratan los letreros”, dice.
Cuando notaron que Oliver estaba a quedándose atrás en su alfabetización en primaria, le dijeron a Sophie que “lo recuperaría eventualmente”, dice la madre, que también recuerda que le decían que los niños podían ser lentos para aprender, pero a “Oliver le podría tomar 20 veces más tiempo”.
“Él iba a clases con la Asociación de Dislexia dos horas a la semana, los sábados, para practicar su lectura y escritura, y yo tenía que trabajar medio tiempo para poder ayudarlo con su aprendizaje en casa. Después de un tiempo, dijeron que no le sirvió de nada continuar con las lecciones porque no estaba progresando”, señala la mujer.
La familia del joven entonces decidió que debía concentrarse en sus fortalezas y, con la ayuda de profesores y un software que le permite leer palabras, empezó a mejorar en sus estudios.
“Probablemente sean geniales para otros niños, pero no estaban funcionando para Oliver. Desde entonces he hablado con dos expertos, que han estado haciendo su trabajo durante mucho tiempo, y dijeron que él era la persona con mayor dislexia que habían conocido”, admite.
Luego de tanto esfuerzo logró ingresar a la universidad, y eligió las matemáticas porque lo hacen sentirse “más independiente”.
“En cada etapa de la educación de Oliver ha habido nuevos desafíos, pero los ha superado todos. Siempre ha tenido muchos detractores, pero siempre ha demostrado que estaban equivocados”, dice la madre.