Desde hace ocho años, José Erick, un joven visionario, decidió construir un carrito que no solo transportara alimentos desde la Soda de los Sapitos, sino que también capturara la atención de quienes visitan el Mercado Central de Alajuela, lográndolo gracias a detalles como luces llamativas, una placa distintiva y un marchamo oficial.
Aunque inicialmente su intención era resolver una necesidad laboral, pronto descubrió que su invención podía ser mucho más que un simple medio de transporte, convirtiéndose en un símbolo de creatividad e ingenio local.
Quienes lo observan destacan que detrás de cada giro de sus ruedas hay una historia de esfuerzo y pasión, demostrando que incluso los proyectos más pequeños pueden tener un gran impacto cuando se les imprime carácter y autenticidad.