En Churuca, en Cartago, para poder disfrutar de una bailada junto a doña Elsa, una mujer de 75 años que, tras cumplir una promesa de 44 años a su difunto esposo, ahora se entrega a la danza con una alegría contagiosa.
Aunque durante décadas había mantenido un juramento de no bailar, la muerte de su esposo la liberó de esa promesa, permitiéndole mover el esqueleto al ritmo de cualquier tipo de música; ya sea en su casa, en salones de baile o en cualquier fiesta, doña Elsa demuestra que la vida es para disfrutarla al máximo.