En una tienda de campaña, sentado en un catre, a Humut Uss, de 20 años, le acaban de cambiar los vendajes y le han cosido completamente el brazo derecho.
Su madre está a su lado. “Cuando mi edificio se derrumbó, salí volando y me encontré en el patio de un colegio.
No tengo ni idea de cómo me lesioné. Antes no podía mover el brazo, ahora es más fácil”, explica.
“Enterramos a su padre y a su hermano”, continúa su madre. “Solía cuidar de mí misma. Pero ahora, cuando me traten, tendré que cuidar de mi madre y mi hermana”, dice Humut.
Escenas como ésta se repiten decenas de veces al día en estos centros de emergencia.
Esta enfermera llegó a Kharamanmaras especialmente desde otra parte de Turquía.
“El lunes se produjo el terremoto, el martes empecé mi turno aquí. Varios equipos vinieron a ayudar a la gente, hacemos apoyo psicológico, curas, suturas… Y si es necesaria una intervención urgente, ¡la hacemos!”, explica a RFI.ANUNCIOS
Personal médico agotado
En cada uno de estos pequeños centros médicos que salpican el centro de las ciudades suele haber cuidadores agotados.
Fátima Zaracandil es enfermera de origen marroquí.
“Hay gente que llega andando, hay gente que llega con transporte, hay gente que sale. Hemos dejado atrás el cansancio.
Estamos aquí, ya sean 24 o 48 horas, comiendo o sin comer, no importa. Es humanitarismo, eso es lo más importante”, dice la enfermera.
Cada vez más, estas pequeñas estructuras reciben el apoyo de hospitales de campaña enviados por la ayuda internacional.
En la región de Adiyaman, muy cerca del epicentro, Francia inauguró el martes su hospital de campaña en Golbasi.
Llamado ESCRIM (Elemento de seguridad de intervención médica rápida, por las siglas en francés), es capaz de recibir hasta 100 pacientes al día.
Es un auténtico hospital en forma de kit. “Una vez instalada, la estructura parece una gigantesca tienda de campaña totalmente equipada.
Allí, por ejemplo, en la maternidad, hay dos quirófanos… Podemos hacer radiografías, tenemos anestesista, cirujanos…”, describe la enfermera.